Los tallarines son el
tipo más popular de pasta casera al huevo. Son mejores cuando se los
amasa a mano pues se obtiene una pasta delicada y de textura porosa
que absorbe como ninguna otra a salsas a base de aceite (como por
ejemplo el 'pesto alla genevose'), de mantequilla y de nata. El único
inconveniente es que se necesita tiempo y práctica para hacerlos a
mano, pero siempre tenemos unas tardes aburridas, unos amigos que nos
quieran ayudar o unos niños que quieran jugar.
A excepción de los
'tagliatelle paglia e fieno' (los tallarines amarillos de huevo y los de color verde hechos con espinacas), los tallarines de diferentes colores y sabores son más un
producto de exportación del mercado italiano que de consumo interno. Cómo el marketing italiano es uno de los más audaces a la hora de
buscar nuevos mercados para sus productos gastronómicos, vete aquí que
hoy en día la pasta colorada la encontramos en cualquier supermercado
español.
En efecto, en Italia el color de la pasta no tiene interés
gastronómico a menos que contribuya a lograr un sabor deseado.
Si quisieramos hacer en casa nuestros tallarines variopintos, tendríamos que seguir la receta base de los tallarines de huevo (o sea: 100 gramos de harina, un huevo y un poco de aceite)
mas añadiendo el ingrediente colorado. Para los tallarines verdes suele
utilizarse las espinacas, para los negros la tinta de calamar, para los
morados la remolacha, para los rojos el tomate concetrado o el pimentón,
para los amarillos el azafrán o la menos costosa curcuma. Siempre podemos ser más creativo mezclando colores, algo que encanta a los niños (incluidos aquellos que llevamos dentro!).
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